La diabetes tipo 2 tiene componentes de origen genético, pero los factores ambientales pesan mucho. Esto se corrobora con el hecho de la falta de presencia de diabetes en gemelos.

Pero, tanto la prevalencia de diabetes como la de intolerancia a la glucosa aumentan con la edad. De hecho, cada uno de estos procesos afecta aproximadamente a un 10-20% de los sujetos mayores de 65 años en muchos países occidentales. La mayor parte de éstos son diagnosticados a partir de los 40 años, correspondiendo la mayor frecuencia de aparición a los 60 años.

En este contexto, las mujeres se llevan la peor parte y cuanto más bajo es su nivel socioeconómico, mayor es la probabilidad de desarrollar diabetes tipo2 y tener un peor control de la misma. A esto hay que añadir el mayor riesgo de complicaciones.

También hay que tener en cuenta, tal y como confirman algunos estudios epidemiológicos, que existe una importante diferencia en la prevalencia de diabetes 2 entre las distintas poblaciones y grupos étnicos. Estas pueden ser explicadas, en parte, por diferencias subyacentes en determinados factores de riesgo ambientales.

En cuanto a los factores de riesgo, cabe destacar el importante papel que la obesidad ejerce en la DM2 que se pone de manifiesto por la correlación entre el grado de sobrepeso en diferentes países y la frecuencia de esta enfermedad. Alrededor de un 80% de los diabéticos tipo 2 son obesos. El riesgo de desarrollar la enfermedad aumenta de forma progresiva tanto en varones como en mujeres a medida que aumenta el grado de sobrepeso, fenómeno debido, al menos en parte, a la disminución de la sensibilidad a la insulina. Además, el mayor riesgo de diabetes se asocia a la obesidad central, en la que la grasa se deposita a nivel subcutáneo e intraabdominal.

Actividad física

Por eso, es importante combatir el sedentarismo e iniciar, mantener o incrementar la actividad física regular y mantenida. No es tan importante la cantidad sino la constancia en su mantenimiento, en la regularidad en su actividad.

Tampoco hay que olvidar el manejo de otros factores como la hipertensión y la dislipemia. Con respecto al primero, las guías recomiendan utilizar IECAS y/o ARA II para alcanzar objetivo de cifras tensionales por debajo de 135/85. En cuanto a la dislipemia, la diabetes se considera factor de riesgo primordial y es equivalente al evento cardiovascular, por lo que se recomienda bajar LDL por debajo de 100. Es fundamental la dieta y ejercicio y sobre todo en pacientes diabéticos con dislipemia hay un predominio de partículas LDL pequeñas y densas.

No hay que olvidarse del tabaquismo, ya que se ha comprobado que dejar de fumar disminuye las complicaciones macro y microvasculares de la diabetes.

Sedentarismo

Para un mejor manejo de la enfermedad, también hay que hacer frente al sedentarismo. Si la población diabética realizara ejercicio de forma rutinaria se reduciría el riesgo de muerte prematura, de muerte por enfermedad cardiaca o accidente cerebrovascular, que representan un tercio de la mortalidad. Reduce hasta en un 50% el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 o cáncer de colon. Además, contribuye a prevenir la hipertensión arterial, la aparición de la osteoporosis, disminuyendo hasta en un 50% el riesgo de sufrir una fractura de cadera. A todo esto hay que añadir que aporta bienestar psicológico, reduce el estrés, la ansiedad, la depresión, los sentimientos de soledad y ayuda a controlar el peso disminuyendo el riesgo de obesidad hasta en un 50%.

Con respecto al alcohol, los especialistas recuerdan que se absorbe y metaboliza en el hígado. Allí, entorpece la capacidad para transformar el glucógeno en glucosa, lo que provoca un descenso rápido de la glucemia. Por eso, el principal riesgo de la ingesta de alcohol en una persona con diabetes es sufrir una hipoglucemia. Estas no se no se corrigen con glucagón, por lo que la única solución es comer y aportar azúcar. Además, siempre existe el riesgo de hipoglucemia tardía, que pueden aparecer hasta 36 horas después de haber bebido.

Adherencia

El estrés que aparece al comienzo de la enfermedad puede debutar en forma de insomnio y ansiedad, mientras que en fase avanzada es más frecuente la depresión.

Otro punto a tener en cuenta es que el bajo nivel educativo conlleva una menor comprensión del conocimiento de la enfermedad, de los riesgos, de los tratamientos y de los controles, sobre todo en aquellos pacientes que utilizan insulina y precisa de autocontoles. A menor nivel educativo, peor adherencia al tratamiento. Por eso, es clave la educación diabetológica impartida por equipo multidisciplinar. Conocer la enfermedad y sus condicionantes asegura y anticipa al paciente a comprender mejor su patología.

Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores médicos de Atención Primaria Luis Digon Sanagustin, Emilio Jiménez Marín, Ana Cristina Navarro Gonzalvo, Teresa Pemán Muñoz y Javier Valdeperez Torrubia, de Zaragoza; los médicos de Familia María Victoria Donet Yagüe, Juan Ignacio García Hervás, José Vicente Lozano Vidal, José Nova Álvarez y Pascual Llop Uso, del Centro de Salud Serrería II; María José Badesa Monreal, Francisco Aganzo López, Óscar Fernández Moya y Jesús Pérez-Tierra Ariño, del Centro de Salud José Ramón Muñoz Fernández, de Zaragoza; Alfredo Herranz Alfaro, Isidro Fle Pinilla y José Antonio Urbistondo Blasco, del Centro de Salud Delicias Norte, y Francisco Laudo Tesán, Carlos Isanta Pomar y Félix Gutiérrez Moreno, del Centro de Salud Bombarda.