La diabetes tipo 2 es una enfermedad crónica y progresiva. Ese carácter progresivo origina que el tratamiento tenga que ser cada vez más intenso para evitar o retardar lo más posible sus complicaciones. Cuando la actitud de los diabéticos hacia su enfermedad es pasiva y de desentendimiento hay que informarles sobre las consecuencias graves de la enfermedad.

Dicha actitud cambia cuando el nivel de información es mayor. Por eso, hay que fomentar la educación diabetológica, con charlas con grupos reducidos de pacientes apoyadas por el personal de enfermería para activar y reafirmar un mejor cumplimiento del tratamiento integral de la diabetes.

Al mismo tiempo, se debe fomentar la participación de los farmacéuticos comunitarios para reforzar esas acciones.

Así, la educación del paciente diabético requiere un equipo interdisciplinar constituido por diferentes profesionales que trabajan de forma interdependiente, que interactúan, que intercambian la información de forma sistemática y que planifican conjuntamente unos objetivos comunes.

Tradicionalmente, el personal de enfermería ha llevado el peso de la educación diabetológica, pero poco a poco se van incorporando otros profesionales como dietistas, farmacéuticos, podólogos o profesores de educación física, y aparecen nuevas figuras como el trabajador social, el voluntario o el paciente experto como participante en el proceso. De ellos se espera que integren la labor de educador en su práctica profesional y que sean parte activa del equipo interdisciplinar que atenderá al paciente con diabetes.

Formación

En los últimos años, en Estados Unidos con la validación de varias sociedades científicas se ha concretado un nuevo certificado, el Board Certified-Advanced Diabetes Manager (BC-ADM), que permite la acreditación como educador en diabetes a enfermeras y dietistas, después de una formación troncal y una específica. Para lograr el certificado se requiere un trabajo continuado en la especialidad de dos años de experiencia en educación de más de 1.000 horas. La acreditación debe ser renovada cada cinco años para garantizar la actualización en conocimientos y habilidades.

Entre las funciones del educador se encuentran las siguientes: análisis de los conocimientos, de las habilidades y del comportamiento de las personas con diabetes con objeto de mejorarlos, evaluación de la diabetes en el entorno social, enseñanza centrada en el paciente con métodos de educación individualizados para cada paciente, transmitir el aprendizaje basado en la resolución de problemas y en objetivos, el papel del autocontrol del paciente en su motivación y conocimientos para el autocuidado y priorizar la importancia de una buena calidad de vida.

Manejo multidisciplinar

Hay que tener en cuenta que la diabetes es una enfermedad complicada, que requiere vigilancia constante, conocimiento de la enfermedad y del apoyo de varios especialistas en salud. Sin embargo, la mayor parte del cuidado y control debe provenir del paciente. Por esta razón, se considera especialmente importante que las personas que padecen diabetes conozcan su enfermedad, las metas del tratamiento y la manera en la que pueden contribuir a su propio cuidado. Las guías de tratamiento ayudan a tener presente estos objetivos y facilitan el progreso hacia una vida saludable.

Así, entre los puntos más importantes que una persona que padece diabetes debe conocer y llevar a cabo se encuentran: la dieta, el programa de ejercicios, la forma de tomar los medicamentos adecuadamente, aprender a resolver problemas frecuentes, lograr un control de los niveles de glucosa y prevenir complicaciones crónicas, ya que cuidando estos aspectos, se puede mejorar la calidad de vida del paciente diabético.

Con respecto al tema farmacológico, las recomendaciones se deben centrar en que el paciente tome sus medicamentos en el horario establecido y en la cantidad, y en establecer un horario para tomar sus medicamentos.

En este contexto, hay que recordar que una complicación que surge a menudo en el paciente diabético es la falta de adherencia al tratamiento. Unas veces es consecuencia de actos involuntarios como el olvido o la confusión, pero también el paciente deja de tomar la medicación por creerla innecesaria, por aspectos económicos o por la percepción de mejoría que hace que consideren innecesario seguir con el tratamiento.

Los pacientes toman decisiones sobre su medicación basándose en su propio conocimiento de la diabetes, por lo que el nivel cultural del enfermo influye enormemente en la adherencia al tratamiento. La percepción que tenga el paciente de la necesidad de tomar la medicación influirá en su decisión correcta.

A los grupos de diabéticos tipo 2 a los que hay que prestar más atención son los ancianos, mujeres embarazadas y pacientes jóvenes con varios factores de riesgo. Las pautas a seguir con estos perfiles de pacientes diabéticos son la realización de una analítica trimestral, evaluando la hemoglobina glicosilada, el control del cumplimiento de la medicación, la derivación al endocrino/medicina interna cuando no estén controlados en primaria y las entrevistas clínicas con carácter trimestral con el paciente diabético o su cuidador para evaluar si siguen las medidas higiénico-dietéticas.

Aspectos a mejorar

En cuanto a las líneas de mejora, de lo primero que hay que ser consciente es de la elevada presión asistencial que hay en primaria, que viene dada por el envejecimiento y el gran número de pacientes que se atienden en las consultas. La implantación de la receta electrónica, la historia digital y la visita espontánea al personal de enfermería por parte del paciente están suponiendo una mejora en la disminución de la carga asistencial de los médicos y una mejora en el control de las enfermedades crónicas y, en especial, de las cardiometabólicas.

Así, hay que mejorar en la detección precoz del paciente diabético, en las intervenciones que ayuden a un buen seguimiento y cumplimiento del tratamiento prescrito, en la simplificación en la posología y adaptación de las medidas dietéticas a cada paciente, en la participación del personal de enfermería en el abordaje y seguimiento de la enfermedad, en la consulta de enfermería supone un entorno ideal para poder obtener información sobre los miedos o reticencias de los pacientes, en la educación diabetológica integral, tanto para el paciente como para su entorno familiar más cercano y directo y en instaurar consejos y planes de estilo de vida alcanzables y motivadores con buenas técnicas de preparación y entrenamiento.

Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores médicos generales José Manuel Montero Novoa, Vicente Salgado Nieto, Juan Gago Prada, Manuel Rey Rionegro, Rafael Rodríguez González y María José González Feijoo, del Centro de Salud de Ribadavia y los médicos de familia Antonio Silvelo Rodríguez, Manuel López Lens, Alfonso Rodríguez Fernández, María José Martínez Fiallega, Lourdes Linares Regueira y Ana Flora Guerra España, del Centro de Salud de Ribadeo.